1. Parodias, nunca en la liturgia.
Definamos lo que es una parodia con términos sencillos: parodiar es ridiculizar con algo que fue creado para otro fin. Parodia es usar una parte de algo que ya estaba hecho y sustituir esta parte con otra, para darle otro sentido diferente del original. En otras palabras, podríamos afirmar que hacer una parodia es como "robarnos" algo que le pertenecía a otro. Por esto la liturgia no lo acepta, porque ella no necesita tomar algo y modificarlo intentando darle otro sentido para que pueda ser usado dentro de las celebraciones. Para eso cuenta con el Espíritu Santo, que hace original todo el asunto y da abundantemente a sus hijos músicos toda la capacidad creativa.
Cuando nosotros escuchamos la "musiquita" de tal o cual canción, nuestro cerebro se conecta inmediatamente con el original, nos revela enseguida el sentido con el que fue creada y nos lo asocia con el momento "x" en el que nos impactó, nos impresionó, nos emocionó, nos motivó.
2. Concierto, nunca en las celebraciones.
La función de un músico en la liturgia es hacer que el pueblo cante
Acompañar el momento celebrativo que se esta viviendo y practicar el mandamiento de "no estorbarás" a tus hermano reunidos, mucho menos acallar sus voces o impedir que canten contigo.
La liturgia no acepta "estrellitas" que se sienten artistas de primera categoría y grandes maestros de la música. No, porque no es el lugar para lucimientos personales, para acaparar la atención de los asistentes o para sentirse un ser de otra galaxia que nos hace un favor al cantar "para" nosotros.
En la liturgia, todos somos pueblo, un pueblo que tiene sus participaciones bien definidas, un pueblo que camina unido, donde no se vale que alguno se sienta el cacique o el único. En la liturgia la música es la vida misma de la celebración y tiene que estar siendo inyectada por toda la asamblea reunida. Cristo cantando en todos y todos cantando con Cristo.
Claro, hay momentos en los que la participación musical permite que los grupos, coros o instrumentistas hagan uso particular de su talento. Sin embargo, esto no puede ni debe suceder siempre. Lo que si debemos procurar siempre es que el pueblo cante lo que le toca y no deje de cantar sólo porque algún coro mal informado se "adueñe" de esos momentos.
Es muy recomendable el ensayar con el pueblo, esto te permitirá hacer cantos diferentes a los de siempre, no tengas pena ni vergüenza el hacerlo, no caigas en la tentación de sentirte ridículo y de sentirte "bicho raro" por lo que hagas. ¡Esa es parte de tu tarea! Es parte de los requisitos que debe llenar el perfil de un buen músico litúrgico.
No hagas lo malo que muchos hacen sólo porque les da pena; llegan tarde, no tienen ganas de cantar, les da miedo, no quieren que otros canten, cambian cada ocho días el esquema e inventan no sé que tantas y tantas cosas hasta conseguir que esta participación que al pueblo le toca vivir, ¡enmudezca!
3. ¡Improvisaciones, nunca más!
No se vale dejar todo a última hora.
En el caso de los jóvenes que cantan en Misa, cuántas y cuántas veces nos damos cuenta que ya es la hora de que comience la celebración y ellos todavía no han afinado guitarras, no tienen acomodadas las voces... Va iniciando la procesión de entrada y ellos ¡no saben ni que van a cantar!
Es fascinante ver los rostros de algunos llenos de angustia por esa razón. Miran a todos lados preguntándose "¿cuál cantamos?" Y como nadie responde -ni el director porque todavía está afinando- el más intrépido, el o la del pandero dice con voz firma y mano temblorosa: ¡la misma! Que comience la celebración...
Esto ya no se vale. Estamos dándole de lo que "nos sobra" al Señor. Él nos da todo a cada instante y cada día. Él se nos está dando todo en la Eucaristía y nosotros solamente, al cantar, le damos lo que nos sobra. Si nos sobra un poco de tiempo en la reunión del sábado... pues, ensayamos. Si nos sobra algo de talento musical... pues componemos. Si nos sobra algo de entusiasmo para preparar los esquemas de cantos... pues lo compartimos. Si nos sobra algo de vida para ponerla en las manos de Dios... pues ahí nos vamos.
Cuando un coro se presenta a celebrar con sus hermanos en la fe que dice tener, ya se ha preparado, ya ha ensayado, ya ha estudiado la celebración en la que va a participar, ya está en comunicación con el sacerdote y el resto de ministros del equipo de liturgia; cuando ya ha afinado sus instrumentos, tiene correctamente colocados a sus integrantes y afinados sus instrumentos; todos tienen el esquema de los cantos a la vista, están en su espacio, lo cuidan y lo respetan... ¡eso va a sonar bien! O por lo menos va a sonar "diferente".
Comenzarán a tiempo, terminarán a tiempo, cantarán donde deben y guardarán silencio donde la liturgia lo exija. Estarán en comunión y no serán un mero adorno. Estarán participando con una comunidad y no quedarán simplemente reducidos a -como dicen algunos en son de ofensa- "mariachis contratados" para sacar adelante "un numerito" Debes saber que:
Participar en una celebración no es cumplir con un contrato, aunque te hayan "contratado" para cantar.
4. Cantos de evangelización, nunca.
Muchos cantos que existen en la Iglesia no son creados para la liturgia. Es decir, son cantos inspirados en Dios, en la vida, en la muerte, en virtudes y sentimientos bellos y nobles como el amor, el perdón, la amistad, el cariño, la ternura; pero no responden por muy hermosos que sean, a lo que las normas y los momentos litúrgicos exigen.
¿Qué hacer con esos cantos en la misa? ¿ Los podríamos cantar? ¿Los desechamos? A estas alturas ya te estarás dando cuenta de que la participación del pueblo es muy importante en Misa y que un canto, para que sea litúrgico, debe responder a las normas y a los momentos que se viven dentro de ella.
Todo tiene un orden y no puedes olvidar que e el orden está Dios.
Lo ideal es que los cantos compuestos para los momentos de evangelización no sean llevados a los momentos propiamente litúrgicos. Que no se canten ahí, a menos que, una vez analizados litúrgicamente, se consideren apropiados para algún momento y respondan a la necesidad de la comunidad celebrante.
Estás canciones propias para la evangelización tienen un objetivo muy particular: sirven para animar la fe, para contagiarla, para anunciarla, para presentarla, para estimularla, para alegrarte con ella, para compartirla... Los cantos e himnos litúrgicos tienen otro fin, mucho más profundo y espiritual: son ¡para celebrar la fe!
Ellos quieren ponerte en la presencia de Dios, en contacto íntimo con Él. Te ayudan a soltar desde lo más profundo de ti tu propio canto, tu propia canción: como dicen por ahí: "te elevan" y elevan hacia Dios lo más hermoso de ti mismo.
Los dos tipos de cantos son bellos: proceden de la misma fuente, ¡claro! Sin embargo dale a cada uno su lugar y su espacio y podrás comprobar que el sabor de cada uno de ellos será dulce e inconfundible!
Recuerda que las normas litúrgicas nunca van a cortar las alas a nadie, ni van a mutilar canciones nada más por que sí, sino que les van a dar plenitud.
PISTAS PARA ANALIZAR UN CANTO Y SELECCIONARLO COMO LITÚRGICO O NO
El canto que tú decidas someter a este test habremos de analizarlo bajo tres aspectos esenciales. No podemos quedarnos meramente con un solo tipo de análisis, porque nos quedaría incompleto y conforme vamos analizándolo en sus tres aspectos, nos resulta más rápido y fácil de discernir de qué tipo de canto se trata.
Análisis general:
- ¿Cómo se llama la canción?
- ¿Quién es el autor o autores de ella?
- ¿De qué habla el canto... cuál es su tema general?
- ¿Dónde lo escuchaste?
- ¿Quién lo interpreta?
- ¿Qué sentimiento te inspira?
- ¿Por qué lo quieres cantar en Misa?
Análisis musical:
- ¿Su formula melódica es sencilla? (¿Es pegajosa, fácil de cantar para todos?)
- ¿Su fórmula armónica la sabes? (¿Sabes tocar la canción como es, o te la estás inventando?)
- ¿Para que instrumentos fue compuesta?
- ¿Con cuáles instrumentos la vas a tocar?
- ¿Los instrumentos que vas a usar están aprobados por el Obispo de tu diócesis?
- ¿El equipo que vas a usar está en perfectas condiciones técnicas?
- ¿Los instrumentos están afinados a la altura de las voces?
- Si usas instrumentos electrónicos, ¿has hecho prueba de sonido en la parroquia?
- ¿Los arreglos corales e instrumentos son buenos, ayudan a la oración o estorban?
- ¿Se escucha perfectamente la letra del canto y no se tapa con los instrumentos?
- ¿Se cantará al unísono, en forma responsorial, con un solista o de manera polifónica?
Análisis litúrgico:
- ¿En qué celebración litúrgica la quieres cantar? ¿En Misa, en alguno de los otros sacramentos, en la Liturgia de las Horas o en algún sacramental?
- ¿Es una composición para el ordinario de la Misa?
- Si es para el ordinario de la Misa, ¿respeta el texto "oficial" litúrgico?
- ¿Es una aclamación, un salmo, un himno, un canto deprecatorio, un canto suplementario o a qué grupo de cantos litúrgicos pertenece?
- Si es para cantarse en Misa, ¿cuándo se puede cantar: durante la comunión, la presentación de dones, entrada...?
- ¿A qué tiempo del año litúrgico pertenece: Pascua, Cuaresma, Navidad, Adviento o Tiempo Ordinario?
- ¿Es para alguna solemnidad especial?
- ¿De donde está tomado el texto: de la Biblia, del Leccionario, de algún documento especial, es Palabra de Dios o de hombre? ¿Tiene su referencia?
- ¿Cuál es la idea fundamental de este texto?
Es muy posible que por el momento si es que vamos comenzando en esto, no podamos responder muchas de las preguntas, pero con el tiempo y dedicación lo lograremos. Por lo pronto, no utilices cantos para la evangelización en la liturgia, por que ahí no van.
5. Nunca participaciones sin unción.
Es muy triste ver que en algunas celebraciones eucarísticas, los menos ungidos, los menos tocados por Dios, los más incongruentes entre lo que están diciendo y lo que están haciendo y viviendo, son los chicos del coro.
Que dolor da escucharlos cantar tan fríos, tan de "huesos secos", tan apáticos, tan hipócritas... No, no te ofendas, no es con afán de decir que tú lo eres.
Cantan juntos como hermanos, miembros de una iglesia... y la verdad es que viven solos: ni juntos, ni hermanos, sólo como miembros de su coro, miembros de sus intereses personales en ese coro -porque ahí está el chavo o la chava que "me late"-, miembros de su propio círculo y eso de hacer iglesia... mmm... como que no les va.
Que triste vivir así. Que triste no acabarnos de darnos cuenta de cuánto hemos perdido por estar acostumbrados a hablar sin conciencia, sin percibir que lo que decimos nos compromete, que lo que cantamos no es mero espectáculo, que lo que decimos y cantamos Alguien lo está escuchando.
Luego, como en la mayoría de los casos, los del "coro" son tratados y se dejan tratar como objetos de lujo, intocables, necesarios... pero ajenos, comenzamos a tomar actitudes que no nos quedan muy bien como auténticos ministros. Comenzamos a creer que somos los mejores, que somos los únicos, que nadie canta como nosotros, que nadie nos puede usurpar el lugar que ya tenemos en esa Misa, que con nadie nos tenemos que mezclar.
Comenzamos a pedir y en muchos a exigir, perdiendo de vista que sólo estamos para servir. Comenzamos a imponer, a no escuchar, a criticar, perdiendo de vista que existimos para alabar.
No cantes por cantar... te comprometes. No vivas por vivir... es muy triste. No hables por hablar... puede ser que nadie te crea. No te "eleves" más de lo que eres... te puede doler mucho la caída... mejor sirve, es tan sencillo... cíñete una toalla a la cintura y sirve...
Y si sirves para alabar, para hacer que tu comunidad alabe a Dios... déjate tocar por Él mismo. Que por tu boca salga su voz, que por tus ojos mire el Espíritu, que por tu canción sean tocadas muchas almas. No cantes jamás sin Dios en una celebración de fe... que no se te vea así. Que tú seas el animador, el músico que se "pone al frente del ejército" y lo hace avanzar con pie firme; que tú seas el que sostenga con su música y su testimonio la esperanza de los demás; que cuando todos te vean y te escuchen puedan decir con certeza: "¡Dios está aquí!... verdaderamente está aquí".
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